Grifería electrónica, por qué es una gran idea para cualquier entorno

El grifo electrónico no nació ayer, pero durante mucho tiempo siguió siendo exclusivo de los lugares públicos. Resulta casi superfluo explicar en qué consiste, porque al fin y al cabo todos lo sabemos: el grifo electrónico es aquel que carece de palanca mecánica y activa automáticamente el suministro de agua cuando un sensor detecta la presencia de las manos dentro de la zona afectada por el suministro. Restaurantes, hoteles, gimnasios, aeropuertos: no hay lugar público que no haga uso de esta tecnología para conseguir la mezcla adecuada de contención del consumo, seguridad e higiene. A todo esto hay que añadir luego el factor tópico: lavarse las manos sin tocar ningún objeto ayuda a reducir la transmisión de cualquier contagio, por lo que es -para quien aún se lo esté pensando- un paso a dar rápidamente.
Los grifos electrónicos no tienen contraindicaciones de ningún tipo y han pasado a ser extremadamente fáciles de instalar y rentables en términos de longevidad y ahorro energético. ¿Por qué no se han generalizado aún en los hogares? Probablemente por culpa de una cultura que tarda en evolucionar. A pesar de que hoy vivimos rodeados de aparatos de alta tecnología, en este ámbito parece que la simple transición de los dispositivos mecánicos a los electrónicos es más difícil que en otros lugares. La grifería electrónica no es más complicada de instalar que una grifería clásica, ni esconde problemas de programación o gestión. En resumen, es algo que no supone ninguna molestia y que sólo tiene ventajas a largo plazo.
Mitos de la grifería electrónica, desde la instalación hasta la seguridad
Uno de los mitos a desmontar sobre la grifería electrónica es la complejidad de su instalación. En un grifo tradicional, basta con conectar dos mangueras e instalar el desagüe, algo que un buen instalador puede hacer en poco más de 10 minutos. En un grifo electrónico, el funcionamiento es el mismo: simplemente, las mangueras no se conectan a la pared, sino al motor electrónico que contiene el paquete de baterías. Fin.
Queda el "no-problema" de los ajustes, que por supuesto ya vienen programados de fábrica. ¿A qué distancia entre el sensor y las manos inicia el grifo el suministro de agua? ¿Con qué intensidad? ¿Después de cuánto tiempo se detiene el suministro de agua? ¿Qué ocurre si el sensor está sucio? La electrónica proporciona respuestas precisas a cada una de estas preguntas sin que el instalador o el usuario final tengan que hacer nada: ciertamente, en caso de necesidades especiales, se pueden revisar los ajustes originales y realizar una puesta a punto, pero esto no significa sobrecargar el proceso de instalación ni la gestión posterior del grifo.
Todo es cuestión de cultura, decíamos. En la década de 2020, algunas personas todavía tienden a confiar más en un sistema mecánico que en uno electrónico, olvidando -por ejemplo- lo vital que es hoy la electrónica en los coches, a los que confiamos nuestra seguridad sin pestañear. Pero, ¿cuáles pueden ser los temores que rodean a un grifo electrónico? Algunas personas se preguntan cómo interrumpir el suministro de agua en caso de que el sensor se ensucie o se produzca algún otro tipo de avería, sin saber que el suministro se interrumpe de todos modos una vez transcurrido el tiempo preestablecido para evitar derroches o inundaciones. Otros temen que un apagón, a diferencia de los sistemas mecánicos, pueda impedir el uso del grifo, pero no saben que éste está equipado con una batería de alimentación capaz de garantizar hasta 220.000 operaciones (años y años), de avisar cuando está a punto de descargarse y de bloquear el grifo en estado "cerrado" una vez agotada la carga, para evitar todo tipo de consecuencias.
Las ventajas (reales) del grifo electrónico, del ahorro a la higiene
Los temores son infundados, los beneficios reales y tangibles. El primero es sin duda el ahorro de agua, que no sólo repercute positivamente en el consumo, sino también en la sostenibilidad medioambiental y la preservación de los recursos: el grifo electrónico consume sólo el agua necesaria, reduciendo el tiempo que se tarda en dispensarla. En un contexto doméstico, esto tiene mucho sentido, ya que es bastante habitual mantener el agua corriendo cuando uno se seca las manos o durante decenas de segundos mientras se cepilla los dientes: con un sistema electrónico, hay menos desperdicio. Tanto los costes como el planeta lo agradecen.
¿Otras ventajas de los grifos electrónicos? La seguridad, sin duda: basta pensar en el hecho de que un grifo electrónico no puede dejarse abierto, y por tanto -simplemente- no puede provocar inundaciones, ni siquiera cuando se utiliza de forma descuidada. En cualquier caso, el grifo interrumpirá el suministro aunque falle el sensor, se agoten las pilas de la fuente de alimentación o se produzca cualquier otra avería. Si se trata de un grifo termostático electrónico, también es posible ajustar la temperatura deseada del agua para una dosis adicional de bienestar.
Por último, los aspectos higiénicos. El grifo electrónico tiene la particularidad de que no hay que tocarlo para que funcione, por lo que es perfecto en todos aquellos entornos (sobre todo, públicos) en los que la transmisión de virus y bacterias se ve facilitada por la alta concentración de personas. En este sentido, el riesgo es claramente menor en casa, pero en tiempos como los actuales, un sistema así puede seguir siendo la panacea.
Y luego está toda la cuestión de la legionela, una bacteria que se desarrolla en el agua estancada y puede provocar graves consecuencias para la salud. Sólo hay una medida preventiva: evitar que el agua se estanque en las tuberías durante mucho tiempo, lo que se consigue garantizando que el agua recircule constantemente y sea fresca. Por desgracia, esto no siempre es factible, sobre todo en entornos en los que la gente sólo permanece los fines de semana o las vacaciones, pero aquí es donde cobra importancia el grifo electrónico: está equipado con un sistema de descarga que hace circular automáticamente el agua cada 24 horas cuando el sistema no se utiliza durante mucho tiempo, garantizando la frescura necesaria.
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